Friday, February 17, 2006

Repentinamente me encontré masticando distraídamente un ostión de mi sopa marina en paila de greda acá en Punta Arenas.

Un camarón por aquí, un trocito de centolla por allá y un choro de dimensiones extravagantes acompañaban la cebolla, el perejil finamente picado y el huevo quebrado encima que se coció con el puro calor del caldo.

En definitiva, una reminiscencia del chupe de locos que cocina mi mamá. Ja, ja, río ampliamente antes de declarar que no osaré intentar cerrar los botones de los jeans, me carcajeo.

Nunca pensé encontrar la Felicidad en una paila marina ¡Me equivoqué rotundamente!

Por supuesto a la felicidad, siguió la indigestión. Es como la vida, dicen que la felicidad nunca es completa... aaahhh

La siesta apoteósica que me tomó hacer la digestión de tamaña delicia, me impidió llegar a tiempo al museo Braun. Paseo que tuvo que ser cambiado por una caminata en la Plaza, conversación en italiano, conversación en francés, foto con el monumento correspondiente. Calcetines de lana de oveja, artesanías en semillas y la representación de una cuna alacalufe, acompañaron mitarde, la que se fue venteando cada vez más, a medida que el aire puntarenense se liberaba del mar, cada vez con mayor fuerza.

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